Toco tu boca,con un dedo todo el borde de tu boca,voy dibujándola como si saliera de mi mano,como si por primera vez tu boca se entreabriera,y me basta con cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar..
Julio Cortázar

domingo, 31 de julio de 2011

sin título

Corrí con desaliento. Era la hora de morir. Todo fué tan rápido. Esquivé aquellos disparos,protegiendo mi pequeña vida, que en aquel momento me pareció tan frágil,tan falsa. Ví decenas de gente muerta, algunos aún recogiendo la última bocanada de vida desangrándose en el asfalto tieso. No pude ayudarlos,corría el riesgo de ser vista y acabar como ellos.No conseguía imaginar una escena más terrorífica que aquella. Los asesinos eran animales salvajes en busca de carne fresca, cazadores humanos que desde su inhumanidad soñaban aniquilar cualquier resto de vida que quedara en pie.Corría, corría, corría con el aire, con las manos, con el pecho, con las piernas, corría con todo mi cuerpo y con todas mis ganas.  Tenía la sensación de que aquellos dos tipos sólo querían mi pellejo.Cuando había dejado atrás la plaza, doblando la esquina de la tienda de ultramarinos supe que me había salvado. Aquella quietud me asombró, después de haber vivido una matanza en primera persona una calle vacía,sin gritos,sin cuerpos tragados por la tierra,un calle ´tan vacía me pareció el paraíso. Miré alrededor. Debía esconderme,todavía no había ganado la partida. Esos dos degenerados iban sin dirección por toda la ciudad invitando a la muerte a cualquiera que se pusiera en su camino,y yo todavía estaba cerca de ellos. De repente vi gente que si cabe,corría el triple que yo,mujeres con niños llorando, ancianos,jóvenes,personas.Personas vivas que soñaban con vivir.El sudor me calaba las entrañas,sentí enormes deseos de llorar,llorar como jamás haya llorado,llenar el suelo de lágrimas,lamentarme hasta quedarme sin líquidos. Me dí cuenta de que llevaba parada un buen rato, inmóvil, sin a penas mover un músculo, atrofiada de terror. Oí los tiros de nuevo. Tan cerca que parecía haberme atravesado una bala. Automáticamente mis piernas volvieron a activarse y desorbitada comencé a correr de nuevo. Solo veía calles, aceras, calles, ladrillos, no podía pensar absolutamente en en nada. Mi cerebro era una máquina enferma destilando adrenalina inagotablemente,mi cuerpo ardía, mis músculos se superaban a cada zancada y pensaba que era imposible en otras circunstancias, alcanzar aquella velocidad. Encontré una vieja cochera que tenía la puerta entreabierta y sin vacilar entré rápidamente. Cerré tan rápido como me acordé, atranqué la puerta con todo tipo de cacharros. Parecía un lugar seguro. Pero, ¿qué jodido lugar era seguro en aquel momento? Tenía claro que no quería morir. Me encomendé a algún Dios que no conozco, y deseé mil veces que existiera, un ente, una energía anormal que pudiera sacarme de aquel circo de muerte. Me arrodillé, pensé en toda la gente que quería, que había querido, la que quizás tuviese la oportunidad de querer algún dia. La cochera en la que me encontraba no tenía techo, estaba al descubierta, temí que los asesinos saltaran los muros y me encontraran, allí, agazapada como estaba, encogida como un niño que ha visto al maldito hombre del saco. De nuevo tiros, gritos, muerte a mi alrededor. Y ya no recuerdo mucho más. El despertador. El delirio de aquella pesadilla.El abrir los ojos para volver a soñar.

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