tras las nubes enfermas del cielo invernal,
la ciudad sin nombre no termina nunca
de acercarse,
y otra vez,cerca del mismo parque,
rostros ajenos dibujan el itinerario.
Se borra el sol
a mil pies sobre una esfinje partida,
el ser alado
el feroz
el humano.
Algún dios tirano susurra
nuestra existencia peregrina, anhelante,
errante, fugaz como ella solo sabe,
como e-lla so-lo sa-be.. .. ..
marcharse.
Ver la vida como sigue,
como aborrecibles puntos suspensivos,
entre gargantas cuajadas de carcajadas
entre,
vino barato y antidepresivos,
ver,
cómo deja de importar lo imprscindible,
cuando se aprenden a raspar lo salientes,
cuando se empieza a nombrar en voz baja,
lo inefable.
Rescato viejos delirios
y envuelvo su magia,
devolverla al espacio.
Viejos poetas olvidados.
Lanzo una palabra al cielo,
me devuelve la lluvia el hábito
de permanecer un tiempo en silencio.
Todo detrás.
Una masa de aire flota tras la espalda,
imagino cuchillos, pastillas,niños,amores.
Imagino recuerdos necios traducidos a dolores.
Tiempos venideros, tentadores instantes no vividos
se conmueven en la psique, impacientes como dardos
parados entre la yemas de los dedos de algún
desquiciado.
El lanzador de cuchillos sudando,
la ruleta girando,
el tiempo, la línea de las horas
atravesada en las pupilas de quien contempla
el número final.
Adivina donde pues, estás tú.
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