Hasta aquel momento no me había costado conciliar el sueño.
Llevaba meses durmiendo como un bebé empachado de la teta materna.
Aquella fatídica noche sus ojos rasgaron cual bisturí esta armadura acartonada
las esfinges enfermas de su pupila dibujaban misteriosos mapas,
el camino a seguir hacia tesoros muertos y brillantes, hacia -rutas salvajes-
literatura y alcholemias palabras versos no escritos, sexo del que duele en el alma,
besos de ciaunuro y futuros desgarrados de un amor inexistente aguardaban
en el contorno de su iris, el círculo cerrado y un poderoso matiz ocre prometían aventuras,
y sus pequeños párpados, sus pequeños y preciosos párpados de muñeco.
Idilio invisible.
Su boca no la pude ver.
El caso es que sueño más que nunca, pero ya no puedo dormir como antes.
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