Una mujer

Llevaba un tatuaje taleguero que nacía en su muslo y sabe dios donde terminaba.
Botas altas de tacón que paraban un poco más arriba de sus rodillas.
Estaba sentada junto a mí en la parada del bus.
Yo sólo me había fijado en su vestido, corto,insinuando aquel tatuaje si se le podía
llamar así.Líneas indefinidas bebiendo de su piel, sin un dibujo preciso que quisiera parecerse a "algo".
-¿Esperas el 44?Preguntó girando su rostro hacia mí.Me asombré.
-No,contesté rápido y evitando mirarla.Le pedi perdón mentalmente por eso.
Había intuído desde el principio que aquella mujer no podría tener más de treinta años,por su cuerpo,por aquel vestido corto de volantes,pero cuando sus ojos se fijaron en mis ojos,digerí su vejez.
Sus ojeras nocturnas,sus pómulos derrumbándose por el precipicio del tiempo, sus labios finos y secos,
su pelo canoso ahora de un caoba artificial, y su mirada, no hablaba de ella,sino que pedía auxilio.

Pasaban los minutos y las dos, nos movíamos con impaciencia esperando el autobús como una salvación.

Se levantó y de espaldas a mí comenzó a caminar sin sentido.Lo hizo exhibiéndose,con un chulo contoneo que dejaba a los hombres absortos,esa mujer,a pesar de su edad, era especial y seductora.Era una puta.
Uno de los tíos que deambulaban por allí la llamó con la mirada,ella serenamente se acercó a él.Tejieron palabras que nadie escuchó.Es ese tipo de lenguaje que una entiende sólo con mirarlo.No hace falta oír.Sólo ver,y entender.
Su autobús llegó primero.
Recogió su pelo con una goma y su tacón marcó los pasos que se la llevaban.
Los que esperábamos aún en la parada la observábamos sin quitar ojo.
Sin quererlo llamaba la atención.
Subió.
El autobús arrancó y tras el cristal ella nos miraba soberbia.

Y yo pensé:
-Por ahí va una gran mujer.